La
vida es una niebla. Con esta frase, tan sucinta y autoexplicativa, podríamos
englobar el mensaje central de la novela “Niebla” de Miguel de Unamuno. Pero
por si sola, la frase no nos dice mucho; es necesario agregarle un contexto, y
ese contexto es la historia de la vida anodina de Augusto Pérez, su azarosa
encuentro con Eugenia Domingo del Arco, su azarosa amistad con Víctor
(personaje que también “escribió” el prólogo de la novela), y sus azarosas
decisiones. Considero que todas las novelas son, por antonomasia, ambiciosas; “Niebla”
desde la primera página, se siente tan ambiciosa que uno casi puede ver a
Miguel de Unamuno sonriendo mientras escribía la novela, con las intenciones
casi “maquiavélicas” de querer decirlo todo en una historia, en apariencia, tan
insubstancial.
En la cúspide de su carrera, Unamuno se
siente capaz de superarse a sí mismo y lo logra. Crea la primera nivola, para designar a sus ficciones y
predominar sus características: superioridad del contenido sobre la forma,
importancia de las ideas encima de la misma trama. Unamuno no tiene necesidad
de crear personajes fieles a la psicología, llenos de rasgos y deseos
contradictorios; los hace hasta planos, arrebatados por un solo ideal; y a
pesar de que esto podría ser contraproducente, en realidad no lo es. Las penas
de Augusto Pérez y sus reflexiones filosóficas acerca del amor (“Amor definido
deja de serlo”) y de la participación del azar en la vida contrastan con las
insignificantes escenas en la trama pero robustecen la novela, que es sólo una
triste historia de amor idealizado, de amor no correspondió; de amor, al fin y
al cabo.
Unamuno se ahorra las descripciones
espacio-temporales; lo importante es la cabeza, los pensamientos que atormentan
no sólo al protagonista, sino a todos los personajes; nos metemos también a las
preocupaciones de Eugenia Domingo del Arco sobre sus dos amores, Mauricio y
posteriormente Augusto. Todos los personajes tienen algo o que decir o qué no
decir, y todos aportan ideas que hacen de “Niebla” casi una novela-ensayo,
donde lo importante es no contar una historia, sino contar un mensaje.
Quizás lo más destacado es aquel
enfrentamiento entre el protagonista, Augusto Pérez, y el mismo Miguel de
Unamuno, que interviene en la novela sólo porque el mismo Augusto lo va a
buscar. Cabe decir que desde que inicia la novela, todos los personajes
sospechan ser víctimas o simples muñecos manipulados, o ser simples inventos de
ficción; desde el prólogo, donde un ficticio escritor novato presenta la
novela, y que después lo vemos presentado como el mejor amigo de Augusto; y en
diversas ocasiones, en sus pensamientos románticos, Augusto apela a la idea de
la realidad versus la ficción: “¿Por qué ha de haber algo? ¿De dónde ha brotado
Eugenia? ¿Es ella una creación mía o soy creación suya yo?” El clímax es aquella
pelea verbal que sostienen Unamuno y Pérez, cuando éste viaja a Salamanca para
enfrentar a su escritor, a su “dios”.
A primera vista la pelea pareciera ganada de
antemano por Unamuno, pero Augusto remata con un golpe final casi maestro: "–
¿Conque no, eh? ––Me dijo––, ¿conque no? No quiere usted dejarme ser yo, salir
de la niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme,
serme: ¿conque no lo quiere?, ¿conque he de morir ente de ficción? Pues bien,
mi señor creador don Miguel, ¡también usted se morirá, también usted, y se
volverá a la nada de que salió...! ¡Dios dejará de soñarle! ¡Se morirá usted,
sí, se morirá, aunque no lo quiera; se morirá usted y se morirán todos los que
lean mi historia, todos, todos, todos sin quedar uno! ¡Entes de ficción como
yo; lo mismo que yo! Se morirán todos, todos, todos. Os lo digo yo, Augusto
Pérez, ente ficticio como vosotros, nivolesco lo mismo que vosotros. Porque
usted, mi creador, mi don Miguel, no es usted más que otro ente nivolesco, y
entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, que Augusto Pérez, que su
víctima...". Unamuno enfurece y amenaza con matarlo, con la facilidad que
es sólo escribirlo; en cambio, Augusto arremete diciendo que él es libre e
independiente, y sólo morirá cuando él lo deseé.
Finalmente, Augusto le pide a su sirvienta
comida para una familia entera, y se la traga toda; así muere, en este acto,
que no se sabe ya si es suicida, si de verdad fue Augusto Pérez quien se salió
con la suya, o fue el autor.
La nivola finaliza con unas reflexiones
últimas del perro fiel de Augusto, Orfeo, quien se apiada de su amo, y por
ende, de todos, “meras obras de ficción”. Es
en este mismo momento cuando el lector se pregunta las mismas preguntas
que se planteó Augusto en la comodidad de su vida aristocrática y cuasi romántica;
la lucha de un personaje que se enfrenta
a un determinismo divino, a su destino; y dado que la obra no está escrita en
primera persona, pero sí desde el interior de la mente de Augusto, en cierto
momento la obra pareciera que está escribiendo nuestras propias dudas, nuestras
mismas preguntas sobre la veracidad de la existencia. En definitiva, “Niebla”
de Miguel de Unamuno es probablemente la obra cumbre del autor, y una de las
más definitivas acerca de la corriente filosófica del existencialismo.
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