En
“Escenarios del sueño”, Jorge F. Hernández demuestra su madurez literaria y nos
regala cuentos, unos tan breves como párrafos,
que justamente son eso: escenarios de varios sueños.
El libro está dividido en tres partes: “Ciudades
en sueño”, “Retratos leídos” y “Escenarios del sueño”. En la primera parte,
Hernández describe en sólo un párrafo a varias ciudades y locaciones del mundo
entero; no las describe física y geográficamente como uno pensaría, sino que
con palabras, brevísimas historias y metáforas, nos va formando imágenes que
podemos asociar con facilidad a la ciudad descrita.
En “Retratos leídos”, Hernández hace lo
mismo pero esta vez con escritores; los cuentínimos aquí son casi poemas en
prosa, donde con pocas palabras pintan el retrato entero de escritores tan
variopintos como Poe, Borges e Ibargüengoitia. Con pocas palabras a las que
siempre los asociamos, los describe.
“Escenarios del sueño” son cuatro cuentos
largos, generalmente de corte fantástico. En el que me parece el mejor de
ellos, “Eso que se diluye en los espejos”, donde está narrado un genocidio en
segunda persona, de manera fragmentaria; eso recrea una atmosfera inquietante,
ya que el narrador le está recriminando al mismo lector los crímenes que
cometió; y como está narrando cómo “tú” estás leyendo la “carta” (o cuento) y
te juzga por haber olvidado intencionalmente los hechos, en verdad como lector te
atrapa y te hace preguntarte si de verdad cometiste algún acto criminal; todo
está establecido desde su primera línea: “Sabes de que se trata…”
En el cuento “Las vías del olvido”, el
protagonista pernocta en una estación ferroviaria y se encuentra con los
fantasmas salidos del manicomio de la ciudad. En “Sueños trenzados”, nos
topamos con el fantasma de un familiar que convive en la realidad onírica y en
la mera realidad.
Por último, en “Escenarios del sueño”, Hernández
relata las historias que se le ocurren a un escritor en su siesta. Quizás eso
es justamente lo que sucedió con las historias reunidas en este libro: que son
salidas de sueños, de realidades alternas; y quizás eso es toda la literatura:
una sola y fantástica realidad alterna.