En
sus “Seis propuestas para el próximo milenio”, Ítalo Calvino propone seis
nuevas direcciones por donde debería ir, según él, la literatura del futuro: la
levedad, la rapidez, la exactitud, la visibilidad, la multiplicidad y la
consistencia (ésta última que no explicó, debido a su muerte, antes de poder
realizar la conferencia en la que se basó el libro). Todas ellas están
presentes en su novela “El caballero inexistente”, que es parte de una trilogía
de fantasía medieval que comprende “El barón rampante”, “El caballero
inexistente” y “El vizconde demediado”. En todas ellas Calvino envuelve una
problemática filosófica-existencial en historias ambientadas en tiempos de
caballería, guerras y nobleza. Mientras que “El vizconde demediado” propone un
personaje que vive partido a la mitad, y “El barón rampante” nos cuenta sobre
otro personaje que sólo vive arriba de árboles, el protagonista de “El
caballero inexistente” ya se deduce en el mismo título (igual que los otros).
Agilulfo es el caballero de la armadura vacía, que realmente no existe, pero
que puede existir sin cuerpo sólo gracias a la voluntad. Es parte del ejército de
Carlomagno, en donde también se encuentra otros personajes, como el idealista
Rambaldo, la hermosa Bradamante, y Gurdulú,
quien se lleva la novela, pues es la antítesis de Agilulfo: un ser que no sabe
que existe.
Todos
estos personajes, (con la posterior adición de Turrismundo, el hijo de los
caballeros del Santo Grial) conforman una historia donde se coloca en un
contexto banal y burocrático a la guerra, donde nadie se cuestiona la
no-existencia del caballero Agilulfo, y los caballeros que componen al ejército
se preocupan más por la comida, el vino y las mujeres que por defender la
cristiandad. A la vez, todos esos personajes, a excepción de Agilulfo, buscan
un destino: Rambaldo busca el amor de Bradamante una vez que se encuentra vacío
por haber vengado la muerte de su padre; Gurdulú, una vez designado escudero de Agilulfo, se preocupa por proteger a su amo; y Turrismundo, quien busca a su
padre, que resulta ser todos los caballeros del Santo Grial.
Otro rasgo distintivo del libro es la
narradora: una monja encerrada en un convento, quien es la primera en admitir
sus limitaciones para narrar las batallas, y que sus elucubraciones generalmente
inauguran un nuevo capítulo; su identidad no se revela hasta al final de la
novela, como una revelación.
En apariencia “leve”, “El caballero
inexistente” es una novela que dice más de lo que aparente: representa en cada
uno de sus personajes ciertos dilemas morales y filosóficos de la
posmodernidad: la voluntad de existir de Agilulfo, pero a pesar de ello, vive
una vida autómata y robótica, encerrado en una armadura; Gurdulú, que debido a
su ignorancia que él Es, se confunde a sí mismo como un árbol, o como una
mariposa. O Rambaldo, que una vez satisfecho (o más bien insatisfecho) por
haber vengado a su padre y haber llenado ese vacío, busca llenarlo de nuevo con
el amor idealizado de Bradamante, y de paso se cuestiona la naturaleza y la
verdad del amor. En pocas palabras, “El caballero inexistente” es una novela
fantástica que trata temas muy reales, como una fábula para adultos.
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