martes, 4 de diciembre de 2012

Reseña de “El caballero inexistente” de Ítalo Calvino.


En sus “Seis propuestas para el próximo milenio”, Ítalo Calvino propone seis nuevas direcciones por donde debería ir, según él, la literatura del futuro: la levedad, la rapidez, la exactitud, la visibilidad, la multiplicidad y la consistencia (ésta última que no explicó, debido a su muerte, antes de poder realizar la conferencia en la que se basó el libro). Todas ellas están presentes en su novela “El caballero inexistente”, que es parte de una trilogía de fantasía medieval que comprende “El barón rampante”, “El caballero inexistente” y “El vizconde demediado”. En todas ellas Calvino envuelve una problemática filosófica-existencial en historias ambientadas en tiempos de caballería, guerras y nobleza. Mientras que “El vizconde demediado” propone un personaje que vive partido a la mitad, y “El barón rampante” nos cuenta sobre otro personaje que sólo vive arriba de árboles, el protagonista de “El caballero inexistente” ya se deduce en el mismo título (igual que los otros). Agilulfo es el caballero de la armadura vacía, que realmente no existe, pero que puede existir sin cuerpo sólo gracias a la voluntad. Es parte del ejército de Carlomagno, en donde también se encuentra otros personajes, como el idealista Rambaldo, la  hermosa Bradamante, y Gurdulú, quien se lleva la novela, pues es la antítesis de Agilulfo: un ser que no sabe que existe.
   Todos estos personajes, (con la posterior adición de Turrismundo, el hijo de los caballeros del Santo Grial) conforman una historia donde se coloca en un contexto banal y burocrático a la guerra, donde nadie se cuestiona la no-existencia del caballero Agilulfo, y los caballeros que componen al ejército se preocupan más por la comida, el vino y las mujeres que por defender la cristiandad. A la vez, todos esos personajes, a excepción de Agilulfo, buscan un destino: Rambaldo busca el amor de Bradamante una vez que se encuentra vacío por haber vengado la muerte de su padre; Gurdulú, una vez designado escudero de Agilulfo, se preocupa por proteger a su amo; y Turrismundo, quien busca a su padre, que resulta ser todos los caballeros del Santo Grial.
   Otro rasgo distintivo del libro es la narradora: una monja encerrada en un convento, quien es la primera en admitir sus limitaciones para narrar las batallas, y que sus elucubraciones generalmente inauguran un nuevo capítulo; su identidad no se revela hasta al final de la novela, como una revelación.
   En apariencia “leve”, “El caballero inexistente” es una novela que dice más de lo que aparente: representa en cada uno de sus personajes ciertos dilemas morales y filosóficos de la posmodernidad: la voluntad de existir de Agilulfo, pero a pesar de ello, vive una vida autómata y robótica, encerrado en una armadura; Gurdulú, que debido a su ignorancia que él Es, se confunde a sí mismo como un árbol, o como una mariposa. O Rambaldo, que una vez satisfecho (o más bien insatisfecho) por haber vengado a su padre y haber llenado ese vacío, busca llenarlo de nuevo con el amor idealizado de Bradamante, y de paso se cuestiona la naturaleza y la verdad del amor. En pocas palabras, “El caballero inexistente” es una novela fantástica que trata temas muy reales, como una fábula para adultos. 

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