martes, 4 de diciembre de 2012

Poesía I


El sueño
Así, dormidos.
Son sólo cuerpos sin nombre.
Cuerpos sin dueño.
Cuerpos sin lumbre.

Respiran ajenos a su pasado.
Retozan sin prisa ni celo.
Cada uno recién acostado.
En una nube de su propio cielo.

Han sido abandonados de sus propios sentimientos.
De alguna manera también han sido salvados.
De sus miedos, de sus deseos.
Purgados de sus desenfrenos.
Propios y ajenos.
Despojados de su hambre y su sed.
De su frio y su calor.
De su mente y su sexo.
Al menos por un momento.

Nadie duerme triste.
Nadie duerme enojado.
Todos atraviesan el mismo umbral,
el mismo prado.
Nadie se pregunta si es un río o una vereda.
Nadie se pregunta si se podrá regresar.
Lo sabemos por descontado.

La vida no se permite pausas.
“Déjenme morir cinco años para luego regresar”.
Bueno fuera.
Pero si alguna piedad tuvo Dios,
fue la del descanso.
La felicidad de morir un rato.
La alegría de cerrar todas las puertas.
La paz de la amnesia.

¿Acaso no se detienen a pensar en los pensamientos que nos ahorramos?
Dormir es un acto de preservasión.
De evitar hacernos daño
De domarnos.
De acostumbrarnos,
poco a poco
a la muerte.

Tontos como yo los que se desvelan
para escribir poemas.
Necios, que se resisten
para vivir tiempo extra.
Que se rebelan,  y van en busca
de más tristeza.
¿Por qué se empeñan en ir contra
la naturaleza?
¿Por qué se desesperan en ir enumerando
tragedias, dilemas,
en ir tanteando pesadas verdades
y contándose a sí mismos sus propios problemas,
cuando podrían cerrar los ojos y olvidar
que son seres pensantes;
podrían volverse carne y esperar,
formarse en la fila para entrar
al umbral del sueño y caer
a los brazos de su propia suerte,
descender a su intimo sueño
que es tan sólo
un ejemplo de la muerte?

¡Basta ya, vanidosos poetas!
Que gustan de mirarse al espejo.
Reconocer sus fealdades y señalarlas
en los demás!
¡Basta, les digo; duerman ya!
Que ya no caben más sueños en la vigilia,
y aparte, porque los sueños,
pertenecen al soñar.
¡Durmamos todos juntos ya!
Desandemos el andar.
Al precipicio vayamos ya; saltemos
para callar y olvidar
quiénes somos y quiénes seremos.
Porque todos somos sueño.
Y ese sueño
morirá.

Dos besos.

El hombre y la mujer se dan un beso;
la poesía ya ha descrito este encuentro,
ya lo ha previsto, ya lo ha inventado
hasta la saciedad.
Ya lo ha distribuido y lo ha promocionado.
Lo ha enaltecido y lo ha maquillado.
Lo ha destruido.
¿Qué no se ha dicho ya? De este flirteo,
de este predecible juego, de este flujo
de matrimonios y divorcios,
 de embarazos y de abortos,
¿qué hay de nuevo?

Sin embargo, dos hombres, cuando se dan un beso…
¿Qué es eso? Es el vacío.
Es el abismo a lo desconocido.
¿Es una sátira, es una provocación?
¿Es amor mal invertido, es dolor?
Pero el amor no sufre ni ocio ni desempleo
y no se propaga uniformemente,
ni en la misma dirección.
Es la manifestación de una íntima fiesta de
emociones.
El amor entre dos hombres
es un amasijo sin forma
es un vapor embriagante,
una electricidad que actúa como si fuese
recién descubierta
pero es más antigua
que la misma virilidad.
La poesía nos engañó; nunca los censuró.
Es sólo que, de vez en cuando,
y sobre todo en tiempos lunáticos
es mejor ser sutil y no armar escándalo.
Porque este amor es como la pólvora,
y si no se le trata con cuidado,
es capaz de matar
y ser matado.
Musa

Me dieron a elegir entre casarme
o con la Música, o con la Literatura.
Y les dije, señores:
las dos mujeres son hijas de la misma madre,
¿cómo las podré diferenciar?

Las dos cabalgan los mismos caballos
y pasean el mismo bulevar;
las dos se evaporan si les dices “Te amo”
y no se dejan apaciguar.

Ambas recorren la piel humana
con la misma intensidad
y se dejan consentir con los mismos
versos
y las mismas palabras de ámbar y vanidad.

Se maquillan igual,
se visten igual
besan igual;
¿pues qué diferencia habrá,
entre dos mujeres
que trabajan con los mismos
documentos,
que se apasionan por los mismos
hombres,
y se detienen en los mismos
ríos,
las mismas
lunas
y se crujen los mismos
huesos?

No tiene caso ni ordenarlas en diferentes casas,
ni  hacer que viajen a otros países
porque de todas maneras, el mundo entero
las ama por igual.

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