El sueño
Así,
dormidos.
Son sólo
cuerpos sin nombre.
Cuerpos sin
dueño.
Cuerpos sin
lumbre.
Respiran
ajenos a su pasado.
Retozan sin
prisa ni celo.
Cada uno
recién acostado.
En una nube
de su propio cielo.
Han sido
abandonados de sus propios sentimientos.
De alguna
manera también han sido salvados.
De sus
miedos, de sus deseos.
Purgados de
sus desenfrenos.
Propios y
ajenos.
Despojados
de su hambre y su sed.
De su frio y
su calor.
De su mente
y su sexo.
Al menos por
un momento.
Nadie duerme
triste.
Nadie duerme
enojado.
Todos
atraviesan el mismo umbral,
el mismo
prado.
Nadie se
pregunta si es un río o una vereda.
Nadie se
pregunta si se podrá regresar.
Lo sabemos
por descontado.
La vida no
se permite pausas.
“Déjenme
morir cinco años para luego regresar”.
Bueno fuera.
Pero si
alguna piedad tuvo Dios,
fue la del
descanso.
La felicidad
de morir un rato.
La alegría
de cerrar todas las puertas.
La paz de la
amnesia.
¿Acaso no se
detienen a pensar en los pensamientos que nos ahorramos?
Dormir es un
acto de preservasión.
De evitar
hacernos daño
De domarnos.
De
acostumbrarnos,
poco a poco
a la muerte.
Tontos como
yo los que se desvelan
para
escribir poemas.
Necios, que
se resisten
para vivir
tiempo extra.
Que se rebelan, y van en busca
de más
tristeza.
¿Por qué se
empeñan en ir contra
la
naturaleza?
¿Por qué se
desesperan en ir enumerando
tragedias,
dilemas,
en ir
tanteando pesadas verdades
y contándose
a sí mismos sus propios problemas,
cuando
podrían cerrar los ojos y olvidar
que son
seres pensantes;
podrían
volverse carne y esperar,
formarse en
la fila para entrar
al umbral
del sueño y caer
a los brazos
de su propia suerte,
descender a
su intimo sueño
que es tan
sólo
un ejemplo
de la muerte?
¡Basta ya,
vanidosos poetas!
Que gustan
de mirarse al espejo.
Reconocer sus
fealdades y señalarlas
en los
demás!
¡Basta, les
digo; duerman ya!
Que ya no
caben más sueños en la vigilia,
y aparte,
porque los sueños,
pertenecen
al soñar.
¡Durmamos
todos juntos ya!
Desandemos
el andar.
Al
precipicio vayamos ya; saltemos
para callar
y olvidar
quiénes
somos y quiénes seremos.
Porque todos
somos sueño.
Y ese sueño
morirá.
Dos besos.
El hombre y
la mujer se dan un beso;
la poesía ya
ha descrito este encuentro,
ya lo ha
previsto, ya lo ha inventado
hasta la
saciedad.
Ya lo ha
distribuido y lo ha promocionado.
Lo ha
enaltecido y lo ha maquillado.
Lo ha
destruido.
¿Qué no se
ha dicho ya? De este flirteo,
de este
predecible juego, de este flujo
de
matrimonios y divorcios,
de embarazos y de abortos,
¿qué hay de
nuevo?
Sin embargo,
dos hombres, cuando se dan un beso…
¿Qué es eso?
Es el vacío.
Es el abismo
a lo desconocido.
¿Es una
sátira, es una provocación?
¿Es amor mal
invertido, es dolor?
Pero el amor
no sufre ni ocio ni desempleo
y no se
propaga uniformemente,
ni en la
misma dirección.
Es la
manifestación de una íntima fiesta de
emociones.
El amor
entre dos hombres
es un
amasijo sin forma
es un vapor
embriagante,
una
electricidad que actúa como si fuese
recién
descubierta
pero es más
antigua
que la misma
virilidad.
La poesía nos
engañó; nunca los censuró.
Es sólo que,
de vez en cuando,
y sobre todo
en tiempos lunáticos
es mejor ser
sutil y no armar escándalo.
Porque este
amor es como la pólvora,
y si no se
le trata con cuidado,
es capaz de
matar
y ser
matado.
Musa
Me dieron a
elegir entre casarme
o con la
Música, o con la Literatura.
Y les dije,
señores:
las dos
mujeres son hijas de la misma madre,
¿cómo las
podré diferenciar?
Las dos
cabalgan los mismos caballos
y pasean el
mismo bulevar;
las dos se
evaporan si les dices “Te amo”
y no se
dejan apaciguar.
Ambas
recorren la piel humana
con la misma
intensidad
y se dejan
consentir con los mismos
versos
y las mismas
palabras de ámbar y vanidad.
Se maquillan
igual,
se visten
igual
besan igual;
¿pues qué
diferencia habrá,
entre dos
mujeres
que trabajan
con los mismos
documentos,
que se
apasionan por los mismos
hombres,
y se
detienen en los mismos
ríos,
las mismas
lunas
y se crujen
los mismos
huesos?
No tiene
caso ni ordenarlas en diferentes casas,
ni hacer que viajen a otros países
porque de
todas maneras, el mundo entero
las ama por
igual.
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