viernes, 24 de octubre de 2014

No me gusta cuando callas porque te ves como indiferente.



No pensaba escribir sobre esto... Pero, bueno, algo me dice que tengo que compartir mi experiencia en la marcha #UnaLuzPorAyotzinapa, realizada el pasado 22 de octubre. Una marcha que partió desde el Ángel de la Independencia para dirigirse hacia el Zócalo.
         No quiero ahondar mucho en el conflicto Ayotzinapa porque en verdad creo que ya se ha dicho todo: las noticias y los rumores sobre el caso están por toda la Internet; cualquiera que quiere infomarse, tanto mal como bien, puede hacerlo con un sólo clic. Pero bueno, si quieren ver el video que me parece informa mejor sobre la situación, les recomiendo éste: https://www.youtube.com/watch?v=jyv2wpw8tzk    (Blogger no me deja ponerlo directamente aquí, por alguna razón)
          La UNAM, junto con varias universidades mexicanas, decidieron hacer un paro de labores debido a la situación. En el DF, por lo que sé, se unieron al paro todas las universidades públicas, y algunas privadas como la Ibero. La FES Acatlán por poco y se queda atrás, y es que, si algo me consta, es que ésta es la facultad más desinteresada en los temas políticos y sociales del país.
         Había mucha gente en contra del paro. Éstas personas argumentaban que no se solucionaba nada haciendo un paro, que los normalistas no aparecerían mágicamente gracias al mismo. Pero por supuesto que no, ¿acaso piensan que los que estábamos de acuerdo con el paro pensábamos así? También argumentaban que la mejor manera de protestar es a través del estudio. Pero, ¿de qué nos sirve estudiar si no contestamos, como sociedad, contra las injusticias que se cometen contra el pueblo? ¿De qué le sirve a un estudiante de Derecho estudiar si, al salir al campo laboral, se da cuenta que todo lo que estudió no vale nada contra la corrupción, contra unos cuantos miles de pesos? Estudiar significa humanizarse. Y ser humanista es, entre otras cosas, indignarse cuando se atenta contra los derechos humanos. Ayotzinapa es sólo uno de tantos casos.
         Quisiera relatar brevemente lo que viví ese día ahora que tengo la memoria fresca. Fue toda una experiencia salir a la calle y compartir el mismo luto y la misma indignación con miles de personas, que, caminando al unísono, demostraron su humanidad.

Antes de la marcha: Se realizó una asamblea en la explanada principal de la FES Acatlán. Dicen que fue algo histórico ya que nunca se había congregado tanta gente para tal motivo. A mí no me consta porque apenas llevo 2 años y medio en ésta institución. Lo que sí me consta es que había mucha gente. No fue toda la escuela, pero sí fue mucha:



          ¿Quién lo iba a pensar? Aunque el audio fue pésimo, se escucharon las propuestas de los acatlenses, tanto de los que querían paro como los que no. Hablaron los representantes de cada carrera y todos repetían la misma frase: "todos somos estudiantes", y la repitieron tanto que se volvió una muletilla. La propuesta más aplaudida fue la de un "profesor" (aunque uno de nuestros profesores nos comentó a mí y a los de mi grupo que en realidad no era tal) que sugirió llevar el caso de Ayotzinapa a las cortes internacionales. 
                Después de una hora de desmadre, se votó: la mayoría votó por sí al paro. Ni hablar; los no-paristas sólo exigieron una cosa: que los que hayan votado sí al paro no se queden en sus casas o se vayan a tomar, sino que participen, que propongan y se involucren en las actividades relacionadas con el paro. 
          Los de Letras nos reunimos aparte y nos organizamos para ver qué se hacía. Algunos decidieron quedarse en la noche, otros pidieron cooperación para los que se quedaban o se organizaron para escribir los comunicados (al fin y al cabo, somos de letras, ¿no?). Al día siguiente, unos se dirigieron a las casetas de la carretera México-Querétaro para dejar pasar a los automóviles gratis, y así repartir información. Uno de los amigos que vive conmigo fue a ésta carretera y me comentó que fue toda una experiencia hablar con los automovilistas. 
                Unos amigos y yo llegamos al día siguiente para vernos con los estudiantes que habían decidido partir a la marcha. Me sorprendió ver a más gente de lo que yo creía: casi siempre sólo van unos cuantos. Por ejemplo, en la marcha por lo del Politécnico, sólo fuimos, de Letras, apenas diez. Ahora éramos más de treinta, y éramos de los contingentes más numerosos de Acatlán. Como a eso de las 3:15 pm, salimos de Acatlán en dirección a Metro Cuatro Caminos. 



Durante la marcha: No suelo ir a eventos multitudinarios porque estar rodeado de tanta gente me da un poco de... ¿miedo? No sé, pero no me gusta. Por lo mismo no suelo ir mucho a conciertos. Pero ésta vez fue diferente. La vibra era muy enérgica. Cuando todos gritaban las consignas, y gritaban del 1 al 43, es inevitable no gritar también, es inevitable no sentirse arropado: el miedo se va porque sabes que todos, en una marcha, se cuidan unos a otros. ¿Quién se atrevería a ir contra miles de personas que están unidas por un sólo sentimiento?
          La marcha se supone que sería silenciosa, pero sólo fue así durante algunos tramos: la mayor parte del tiempo la gente gritaba consignas, gritaba justicia. Durante los tramos donde la gente caminaba en silencio, había otros que se rehusaban a quedarse callados y gritaban, pero enseguida eran callados. Escuché a una chica replicar: "¡No estamos de luto!". Otros le contestaron lo mismo que pensé yo: "Sí lo estamos".
         El único altercado que yo vi fue la presencia de encapuchados que grafiteaban los exteriores de bancos y tiendas departamentales, justo sobre Paseo de la Reforma. Pero todos al unísono les gritamos: "¡Fuera, fuera!". Siempre hay personas que quieren desprestigiar el movimiento. Lo feo es que sí lo logran, al menos parcialmente.
          Hubo un momento durante la marcha que jamás podré olvidar. En realidad fueron varios, pero todos son de alguna manera, lo mismo: la gente mayor que observa la marcha. Recuerdo sobre todo dos: una señora que sostenía un hermoso cartel que decía: "Nos enterraron, pero no sabían que somos semilla". Otro que me conmovió tanto que por poco me pongo a llorar, es ver a un señor que aplaudía y veía la marcha con ojos llorosos. Me dio mucho sentimiento. Ese señor seguramente ha vivido las injusticias que ya existían antes de que yo naciera: seguramente vivió en la época del 68, del 71 y la de Salinas de Gortari.
          Cuando la multitud comenzaba a gritar el conteo del 1 al 43, a veces se me cortaba la voz y se me hacía un nudo en la garganta. Recordé que cada número no sólo simbolizaba a un desaparecido, sino también una vida truncada, una familia que en este momento se siente desamparada.
          El contingente de Letras Acatlán sí llegó al Zócalo, aunque ya bastante tarde. Yo no pude llegar debido a que ya se hacía muy tarde para llegar a casa. No quería preocupar a nadie.

Después de la marcha. Después del paro.




Las instalaciones de la FES Acatlán fueron entregadas el 23 de octubre a las 19:00 horas, tal como se había acordado. A diferencia del paro anterior, ésta vez se entregó limpia, sin grafitis ni maltratos. No hubo ningún percance relevante. Hoy, 24 de octubre, mientras escribo esta entrada, las actividades académicas transcurren normalmente.
           ¿Qué repercusiones tendrá la marcha? Quizás la misma que tiene todas las marchas que se han dado en la historia de la Ciudad de México: dejar en claro que la población no tolera más injusticias ni violencia. La gente que crea que aquella marcha sólo fue por lo de Ayotzinapa o por lo del IPN, está muy equivocada.
            La marcha fue también por los feminicidios del Estado de México, por Ricardo Esparza Villegas, por los niños de la guardería ABC, por Atenco, por Acteal, por Tlatlaya, por la reforma energética (y ya que vamos, todas las reformas), por Marisela Escobedo, por Casino Royale, por Aguas Blancas; por todos los muertos enterrados en fosas comunes, por todos los asesinatos que no son difundidos en los medios de comunicación. Es una lista que podría incrementarse hasta la morbosidad. El título de esta entrada es para aludir a una pancarta que tenía una amiga, con una frase que alude a un famoso verso de Neruda. Y, hablando de poesía, me gustaría terminar esta entrada con un poema de Efraín Huerta que, aunque fue escrito en 1960, sigue siendo tan actual como si hubiera sido escrito ayer.

¡MI PAÍS, OH MI PAÍS! (fragmento)

Ardiente, amado, hambriento, desolado,

bello como la dura, la sagrada blasfemia;
país de oro y limosna, país y paraíso,
país-infierno, país de policías.

Largo río de llanto, ancha mar dolorosa,

república de ángeles, patria perdida.
País mío, nuestro, de todos y de nadie.
Adoro tu miseria de templo demolido
y la montaña de silencio que te mata 

Veo correr noches, morir los días, agonizar las tardes.

Morirse todo de terror y de angustia.
Porque ha vuelto a correr la sangre de los buenos
y las cárceles y las prisiones militares son para ellos.
Porque la sombra de los malignos es espesa y amarga
y hay miedo en los ojos y nadie habla 
y nadie escribe y nadie quiere saber nada de nada,
porque el plomo de la mentira cae, hirviendo,
sobre el cuerpo del pueblo perseguido.
Porque hay engaño y miseria
y el territorio de un áspero edén de muerte cuartelaria.

Porque al granadero lo visten

de azul de funeraria y lo arrojan
lleno de asco y alcohol
contra el maestro, el petrolero, el ferroviario,
y así mutilan la esperanza 
y le cortan el corazón y la palabra al hombre-
y la voz oficial, agria de hipocresía,
proclama que primero es el orden
y la sucia consigna la repiten
los micos de la Prensa,
los perros voz-de-su-amo de la televisión,
el asno en su curul,
el león y el rotario,
las secretarias y ujieres del Procurador
y el poeta callado en su muro de adobe,
mientras la dulce patria temblorosa
cae vencida en la calle y en la fábrica.
Éste es el panorama:
Botas, culatas, bayonetas, gases...
¡Viva la libertad!

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